Iker Elosegi quiere despertar el interés por los animales en el libro 'Euskal Herriko fauna gida' que acaba de publicar. Además de analizar la biodiversidad del territorio, también ofrece recomendaciones para la observación de la naturaleza.
[berria]No es un catálogo, es una guía. Durante décadas, también en viajes fuera de Europa, el biólogo y coordinador de Euskal Herriko Laborantza Ganbera, Iker Elosegi, ha recopilado gran cantidad de información sobre aves y vertebrados. Tras analizar sus características, estilos de vida y evolución, en 2021 decidió crear una guía sobre los animales que se pueden ver desde la ventana de su casa. El resultado de este trabajo es la guía de fauna de Euskal Herria que ha publicado este año: «La idea era hacer un libro en el que se explicara a la gente que los animales que se ven por la ventana de la cocina están ahí; no hace falta ir a otra parte del mundo para contemplarlos».
El País Vasco está formado por cadenas montañosas que cruzan de este a oeste, regando la zona los arroyos que surgen entre ellos. La vertiente atlántica depende del clima oceánico y la vertiente sur del clima mediterráneo, además de la zona que puede ser declarada desértica. El territorio montañoso ha servido de refugio para muchas especies vegetales y animales, tal y como explica Elosegi, ya que ahí habitan cerca de doscientas especies de aves, ochenta mamíferos, 27 reptiles, 18 anfibios, cuarenta peces de agua dulce y miles de insectos.
Sin embargo, el biólogo no quería componer un catálogo amplio de las especies que posee el territorio, porque no hay "cosas más aburridas" que leer: "Además, el catálogo no se puede sostener. Casi todos los años se encuentran nuevas especies, y a veces algunas especies que nunca se han descrito".
El objetivo del libro es reforzar la relación de la sociedad con la naturaleza, nombrar la biodiversidad existente en el entorno. Elosegi quiere mostrar a una sociedad que se ha alejado físicamente de la naturaleza la riqueza del territorio, que no hace falta mirar al resto del mundo: "Si le pides a un niño de diez años que nombre a siete bestias salvajes, dirá las más grandes de África, pero seguramente no nombrará a las locales".
El buitre leonado, el lobo, el oso, el quebrantahuesos y el alimoche son algunos de los que se citan en el libro; el camino de estos animales se puede ver sin problemas. Pero para ello hay que hacer un esfuerzo por observar la naturaleza: "La gente ha pasado a otro mundo y no hay relación con el medio ambiente ni con el ganado, eso ha desaparecido". Hay quienes viven lejos de la naturaleza, pero también los que tienden a consumirla: tener necesidad de ver una especie determinada y, de no verla, echarla de menos.
La diversidad en peligro
Elosegi tiene clara una de las razones que ponen en peligro la biodiversidad del País Vasco: la idea de que las actividades humanas destruyen la naturaleza. Para el biólogo, las decisiones políticas basadas en el principio de que la naturaleza debe ser excluida de las actividades humanas no siempre son muy eficaces; propone la agricultura popular y sostenible como vía para preservar la biodiversidad.
"La pérdida de biodiversidad, la destrucción de hábitats y el cambio climático global son consecuencia directa de las actividades humanas del modelo socioeconómico globalizado que hemos creado", argumenta el escritor en su libro. Las actividades humanas influyen directamente en el ecosistema y Elosegi ha visto de cerca la evolución de las selvas de Euskal Herria: la alteración de su migración por parte de las aves, la desaparición de insectos y la sequía de bosques son algunos de los efectos que ha percibido en el territorio.
«Los nombres científicos de los pájaros que aprendí cuando era joven han cambiado radicalmente. Cambia el conocimiento, lo que significa que hace falta un poco de humildad para acostumbrarse a los cambios", comenta Elosegi. Con los prismáticos en la mano, y sumergiéndose en el cambio, el biólogo seguirá observando desde la ventana de su casa la biodiversidad de Euskal Herria: «Ver y observar a los animales silvestres pulveriza nuestra curiosidad. Nos hace apasionarnos por conocer, nombrar, saber más y entender las especies».