Comer comida real

XANDRA ROMERO | Zazpika/Naiz [11/10/2015]

Y qué pasa, que lo que yo compro no es comida real?», se puede preguntar la gente. Pues siento decir que no, no todo lo que compramos lo es. Entonces, ¿cuál es la comida real? La que no está metida en un paquete, ni tiene etiqueta nutricional. En ese caso, ¿no podemos comer nada? Bueno, un pescado, un trozo de carne, una coliflor o una naranja no necesitan una lista de ingredientes, ¿no? Eso es comida de verdad y el resto son productos diseñados por la industria alimentaria. Pero ya que estos “productos” tienen etiqueta, veamos qué puede decirnos.

Lo primero en lo que mucha gente se fija es en la tabla nutricional. Personalmente me extraña que un consumidor de a pie sepa interpretar bien la tabla nutricional, aunque la mayoría solo presta atención a las calorías.

Por poner un símil, siempre digo a los pacientes que el peso, la cifra en sí, no es lo más importante, sino de qué es ese peso (exceso de grasa, músculo, etc). Pues con las calorías ocurre lo mismo. Yo puedo comerme un kilo y medio de apio o una salchicha y media de paquete y ambas tienen aproximadamente 200 kcal (calorías), pero, claro, no me estoy comiendo lo mismo. De modo que hay que fijarse más en los nutrientes y menos en las calorías. En vez de preguntar si algo engorda, debemos cuestionarnos si nutre.

En cuanto a las grasas, la etiqueta indica el aporte total de grasas, individualizando las saturadas y las trans. Es decir, se asumen como perjudiciales tanto las grasas saturadas, necesarias para el organismo, como las grasas trans, terriblemente dañinas.

Cuando miramos los carbohidratos, sucede lo mismo, más importante que el valor en sí es la procedencia. Es muy diferente el azúcar añadido en un producto procesado que el carbohidrato en una zanahoria, pero esto no nos lo dice la etiqueta nutricional. Por eso, a pesar de que suele aparecer al final de la etiqueta, y casi nadie la mira, la lista de ingredientes es lo más importante. Esta lista debe enumerar los ingredientes por orden de mayor a menor presencia en el alimento y dado que no está bien visto que el azúcar figure en los primeros puestos, una técnica muy usada consiste en incluir distintos tipos de azúcar para así reducir la cantidad de cada uno, logrando que estos ingredientes aparezcan más abajo en la lista. Pero finalmente, se come la misma cantidad. Los múltiples nombres del azúcar son fructosa, dextrosa, glucosa, lactosa, galactosa (casi cualquier cosa terminada en -osa es azúcar), maltodextrina, melaza, jarabe de maíz, jarabe de maíz de alta fructosa, azúcar pulverizada, maíz dulce, azúcar invertida, jarabe de arce, almíbar y jugo de caña.

Para comprobar lo que digo, propongo, por ejemplo, revisar la lista de ingredientes de un producto categorizado por todos como “saludable” para comprobar si efectivamente esto es así. Hablo de la pechuga de pavo (fiambre). Animo a mirar qué porcentaje de pavo lleva realmente y qué más ingredientes contiene. En principio, no debería llevar nada más que pavo. En cambio, seguro que encontraremos agua, dextrosa, proteína de soja, leche en polvo, azúcar, fécula de patata, etc. Pero bueno, total, qué importa, ¿no? Es solo el 31% de lo que estamos pagando.


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