El lado oscuro de tu tostada de aguacate

[Ara]

Las motas verdes de los aguacateros se extienden montaña arriba, como puntos de sutura en una piel rasurada. Hay quien los ve como cicatrices en el paisaje. Otros como el “oro verde” que traerá riqueza, a expensas de la avidez europea. Pero en el corazón de los Andes colombianos, una región tradicionalmente cafetera e inmensamente rica en agua, este monocultivo ya está causando estragos. Agotamiento del agua, contaminación, deforestación, desplazamiento de comunidades campesinas... Y aún podría esconder una amenaza mayor: el objetivo oculto de abrir minas de oro en la tierra agotada por el aguacate.

Las importaciones catalanas no han parado de crecer
Cataluña importa cinco veces más aguacates que hace una década. Pero no todos se quedan aquí, también exportamos al resto de Europa. El 85% de nuestras importaciones vienen de América Latina.

¿Sabes qué impacto tienen tus tostadas de aguacate?

01 El agua

«Ahora estamos rodeados de aguacateros por todas partes. Y este verano pasado, el agua de nuestro acueducto, de donde nos abastecemos muchas familias, se redujo a la mitad»

“Hace sólo 6 años, aquí no había ni un solo aguacate Hass. Hoy ya son 7.007 hectáreas, sólo en el Quindío”, explica el activista medioambiental Néstor Ocampo mientras vamos monte arriba en uno de los Jeeps Willy que recorren la zona, los únicos capaces de moverse por estos caminos llenos de baches y barro. En las laderas de las montañas, los puntos verdes de los aguacateros se extienden uniformizando el paisaje.

El Quindío es el departamento más pequeño de Colombia, en el corazón de Los Andes colombianos. Aquí, docenas de aldeas como La Topacia, donde vive Margarita Morales, han quedado rodeadas de aguacateros. Los bosques húmedos de esta cordillera hace tiempo que sufren el asedio de las multinacionales. Primero fueron los monocultivos de café, plátano y yuca, en la parte baja de las montañas; después el pino y el eucalipto; y desde hace menos de una década, el aguacate, en lo alto de la montaña. La diferencia es que éste requiere mucha más agua. Y como dice doña Margarita, está afectando a los acueductos: en época seca se reducen de forma preocupante.

Un estudio científico de la Universidad del Quindío les da la razón. “Mientras hacíamos el estudio nos dimos cuenta de que las fuentes de agua dulce se han empezado a secar, se están secando los ríos”, alerta Henry Reyes, decano de la Facultad de Ciencias Agroindustriales y uno de los autores del estudio que calcula la "huella hídrica" del cultivo de aguacate Hass en esta región colombiana en concreto. El resultado es estremecedor: para producir un kilo de aguacate, se usan 4.945 litros de agua.

"El aguacate Hass [variedad específica para la exportación] tiene un consumo de agua muy alto", explica el investigador, que asegura que su cultivo extensivo en esta cordillera de los Andes ya está generando "estrés hídrico", a pesar de la gran riqueza en agua de la zona. "Hemos hecho el análisis comparativo con México, principal productor de aguacate, y vimos que en Colombia el cultivo consume mucha más agua", explica, y lo atribuye a la falta de conciencia que produce precisamente la gran abundancia de agua. "Creemos que es un recurso infinito y estamos abusando", alerta.

La huella hídrica del aguacate varía de un lugar a otro porque depende del clima concreto, de la productividad por hectárea y de la gestión del agua que se haga, explica Iñaki Hormaza, investigador del CSIC en instituto La Mayora de Málaga, especializado en frutas subtropicales. Pero un estudio de la organización independiente Water Footprint Network ha calculado una cifra media global: 1.981 litros de agua por kilogramo de aguacate. Pese a quedarse lejos de la cifra colombiana, es ya más del doble de la huella hídrica de la manzana y casi seis veces más que el plátano.

En los Andes colombianos, de hecho, el monocultivo de aguacate se está instalando en la parte media y alta de las montañas, cerca de los nacimientos de los ríos. Los cultivos de café continúan en la zona baja, donde también hay muchos municipios que dependen del agua que les llega –ahora cada vez menos– desde lo alto.

Hace tres años, el activista Néstor Ocampo y otros vecinos de Salento, en el Quindío, denunciaron a la aguacatera chilena Green SuperFood porque “estaba tomando agua sin permiso de un riachuelo, haciendo vertidos contaminantes y deforestando una zona a menos de 30 metros de un río", algo que está prohibido. Después de muchas protestas, la Corporación Autónoma Regional del Quindío (CRQ), autoridad medioambiental, ha multado a la empresa por tres delitos: uso de agua sin concesión, contaminación del agua y deforestación de una zona protegida. Fueron 64 millones de pesos colombianos, unos 14.000 euros. "Esto es una burla, estas empresas gastan más en el café de su oficina. Y en los tres años y medio que han tardado en multarlos, los cultivos ya están consolidados y produciendo”, añade.

"Los glaciares de nuestras montañas están desapareciendo", alerta también Carolina Camayo, miembro de la Guardia Montañera y de Montes Nativos Sin Monocultivos, dos organizaciones totalmente voluntarias que se están organizando para proteger los ecosistemas andinos. “En la época de lluvias quizá no sea tan visible la escasez de agua, pero los impactos ya se están sintiendo y se sentirán cada vez más –añade–. No debemos esperar a quedarnos sin agua para empezar a denunciar".

En el horizonte, la columna blanca de humo que se eleva desde el volcán Kumanday –nombre indígena del Nevado del Ruiz– preside esta cordillera central de los Andes colombianos. Rodeado de glaciares menguantes, el majestuoso volcán es visible desde muchos kilómetros de distancia, cuando la niebla lo permite. También desde algunas zonas de Tolima. Allí tienen, además, otro tesoro natural: "El páramo es un lugar esencial para nuestros ecosistemas”, nos cuenta Yeferson Rojas, del Colectivo Socioambiental Juvenil de Cajamarca (COSAJUCA). Estamos a más de 3.200 metros de altura: hemos tardado más de tres horas en llegar hasta aquí con el Jeep, pero Rojas quería que viéramos el lugar más preciado de sus montañas: donde nace el agua.

«Las aguacateras llevan cada vez más arriba la frontera agrícola con sus monocultivos. Y todo es para exportar a Europa. Es decir, estos aguacates se están llevando el agua que se produce aquí»

02 Deforestación

«Aquí hubo un desprendimiento y el alud trajo piedras, árboles, palos, todo hacia abajo. Llevamos un dron y vimos que justo detrás hay una aguacatera, que había derrumbado todo el bosque nativo. Por eso, al llegar el invierno y las lluvias, la tierra no aguantó y cayó todo»

Deshidratado y sin la protección de la selva tropical, el suelo andino se desestabiliza. El alud que nos señala doña Elsy Tobón ante nosotros fue devastador para el pueblecito de Río Gris, en el municipio de Génova. Destruyó cultivos y vías de paso, pero también contaminó el acueducto del que se abastecen miles de vecinos. "Se llenó de tierra, se tapó y estuvimos varios días sin agua", explica. Deslizamientos como estos son una de las consecuencias de la deforestación.

Sólo en los 200 kilómetros de cordillera que conforman la región visitada por el ARA, y que engloba a los departamentos de Quindío, Caldas, Tolima y Risaralda (que sólo atravesamos), se han deforestado unas 22.200 hectáreas de bosque en los últimos ocho años, según un análisis de Global Forest Watch. No está claro que toda esta pérdida haya sido por el aguacate, pero al mismo tiempo los monocultivos de aguacate no se instalan sólo en zonas de bosque, sino que también han ocupado áreas que ya estaban desnudas. La deforestación es un fenómeno conocido en estas montañas. No ha llegado con el aguacate, pero su expansión es mucho más acelerada. “Lo que los monocultivos de eucalipto y pino hicieron en 35 años, el aguacate lo ha hecho mucho más rápido: en sólo seis años ya tiene más tierra”, explica Manuel Alejandro López, sobrino de don Emiliano, uno de los pocos campesinos que resisten con su finca en lo alto de las montañas de Salento. Las imágenes que ha captado él mismo con un dron muestran lo arrinconado del bosque originario.

Unos kilómetros más al sur, en el municipio de Génova, los vecinos se han organizado para hacer frente a los monocultivos de aguacate. EcoGénova nació como un movimiento del pueblo para detener un proyecto de Pequeña Central Hidroeléctrica (PCH) que “quería utilizar el 75% del caudal del río y dejarnos sólo el 25%”, explica doña Elsy, miembro del organización. La protesta logró detener el proyecto y entonces empezaron a recibir quejas de los pequeños campesinos que sufrían el impacto de los monocultivos de aguacate. Su movilización logró detener la construcción ilegal de un tanque de 400.000 litros de agua prevista por la aguacatera chilena Green SuperFood.

La fundadora de EcoGénova, Viviana Viera Giraldo, tiene ahora un objetivo muy claro: "Queremos que la Unión Europea incluya el aguacate en la lista de productos que ha prohibido importar si deforestan los bosques tropicales". El café ya está en esta lista, que incluye también el aceite de palma, la soja, el cacao, la carne de ternera, el caucho, el carbón vegetal, la madera y el papel impreso, pero Bruselas ya avisó que piensa ir revisando y ampliando la lista. "El aguacate ha de estar en ella", dice Viera.

En algunas laderas, los árboles de aguacate se entrelazan con las palmas de cera, una imagen que duele a los habitantes de la región. La palma de cera (Ceroylon quindiuense) es el árbol nacional de Colombia, y está amenazado. Pero más allá de sentimientos, es la imagen de una ilegalidad, porque los cultivos no deberían afectar al hábitat de esta especie protegida y hogar del loro de orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis), también en peligro de extinción.

De hecho, casi toda la cordillera central de los Andes está considerada Reserva Forestal Central por una ley de 1959 y protegida también por otra ley de 1993 que considera las cuencas hidrográficas como bien de interés social. "Con estas razones legales no debería haberse permitido el cultivo de un solo aguacate", asegura Néstor Ocampo. El investigador de la Universidad del Quindio, Henry Reyes, también lo destaca: "Las multinacionales están comprando muchas tierras en zonas protegidas".

“Colombia es el segundo país con mayor desigualdad en la tierra: el 85% de las tierras están en manos de grandes propietarios”, dice Dolors Armenteras, bióloga catalana que lleva 25 años trabajando en Colombia. A pesar de todas las protecciones medioambientales, esta región montañosa está en el llamado “triángulo de oro” de Colombia. La zona comprendida entre Bogotá, Medellín y Cali es la que concentra más infraestructura económica y población, espoleada por décadas de caficultura, que ahora aprovecha, y expande, la agroindustria del aguacate. "La diferencia es que el café tiene una historia de más de 100 años en el país y se ha hecho mucha investigación para reducir su impacto", dice Armenteras.

Autoridades regionales y la Cámara de Comercio del Quindío han unido esfuerzos para crear una entidad promotora de inversiones llamada Invest in Armenia (la capital del departamento colombiano se llama como el pequeño país asiático), para atraer a la inversión extranjera. Esto ha propiciado la llegada de grandes productores de aguacate como la peruana CampoSol, las chilenas Altos del Valle y Green SuperFood y también algunos inversores mexicanos. El ARA ha intentado contactar con estas empresas, pero no ha obtenido respuesta. “Son empresas que desplazan a nuestros campesinos, nos toman parte del agua y envenenan al resto, destruyen la diversidad biológica y modifican negativamente nuestros paisajes”, denuncia Ocampo.

«Han derrumbado todo el bosque nativo que había por encima de nuestro pueblo. Y ahora los animales que estaban allí, pájaros y roedores que se han quedado sin espacio, han bajado y se nos comen los cultivos. Ya no podemos cultivar porque se lo comen todo. La yuca, la arracacha... Todo»

03 Campesinos desplazados

«No pienso irme de aquí. Aunque me ofrezcan millones y billones. Como he dicho a mis hijos, de ahí tendrán que sacarme muerta, porque no pienso vender»

El Jeep Willys se embarranca varias veces y toca empujar. El camino hacia casa de doña Leonarda, en lo alto de la montaña, es inclemente. Pero ella misma lo ha hecho a pie justo el día anterior a nuestra llegada. Caminó durante dos horas, para volver a casa desde la población más cercana, Génova. Es un recorrido que hace cada ocho días para a comprar lo que necesita y a vender sus frijoles y quesos en el mercado. Pero el aislamiento y las dificultades no atemorizan en absoluto a esta mujer de 60 años que está decidida a vivir en su finca: “Hasta el final de mis días”.

La llegada de los monocultivos de aguacate le ha complicado aún más las cosas. “El agua ha mermado mucho. Hace un mes se secó toda el agua que llega de un pequeño nacimiento cerca”, explica. Pero a pesar de las dificultades, no prevé trasladarse al pueblo: “Yo trabajo tal y como me enseñaron, y hago lo necesario para subsistir aquí –dice Leonarda Vargas–. Pero irme a la ciudad, eso no. Me pondría enferma”. "Había muchas otras fincas aquí antes, pero la gente se ha ido", dice resignada. Emisarios de una de las empresas productoras de aguacate de la zona han venido dos veces hasta aquí para ofrecerle comprar su finca. Se está quedando muy sola en lo alto de la montaña, pero no quiere irse.

El hijo de Leonarda también está decidido a resistir, pero denuncia el arrinconamiento de las comunidades campesinas por parte de las autoridades colombianas. "Hay un abandono estatal de los campesinos, no reciben ningún tipo de ayuda y acaban dejándolo porque ya no les es rentable vivir del campo", denuncia Jhon Fredy Gutiérrez. En otro pequeño pueblecito donde vive su padre, ahora también rodeado de aguacateros, había "entre 17 y 20 familias". “Ahora sólo quedan cuatro o cinco”, dice. Las escuelas rurales, cada vez con menos niños, van desapareciendo, y se eliminan los pequeños buses que enlazaban estas veredas (conjuntos de granjas dispersas) con los municipios. Los campesinos acaban vendiendo y “muchos terminan como temporeros de las productoras de aguacates”, explica Gutiérrez. No sólo pierden la autonomía alimentaria que les daba su granjita, sino que "desaparece también toda una cultura campesina".

“Por estas montañas hacíamos caminatas multitudinarias. Después de 30 años, en 2020 tuvimos que dejar de hacerlas porque están cerrando los caminos y vías públicas. Andas por dónde habías pasado siempre y te salen unos hombres armados y te dicen: «Por aquí ya no pueden volver a pasar». Las preguntas: «¿Por qué?». Y te dicen: «Órdenes del patrón». Y miras quién es el patrón y es un chileno o un peruano”, relata Néstor Ocampo, activista medioambiental y vecino de Calarcá, en el Quindío.

El ARA no vio a ningún hombre armado durante su visita, y no puede confirmar de forma independiente el uso de personal armado de empresas de seguridad privada por parte de las aguacateras. La zona del Quindío había sido un territorio con fuerte presencia de las FARC en el momento álgido del conflicto armado colombiano, al igual que en Tolima, donde en los últimos años también actuaron los paramilitares de las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia). La lucha entre estos grupos dejó a muchas víctimas civiles. La retirada de los actores armados de estas montañas, tras el acuerdo de paz de 2016 (aunque no es completa en todas partes), ha generado ahora una confianza inversora que ha propiciado la venta masiva de tierras a empresas multinacionales. Ocampo denuncia el proceso de "extranjerización de la tierra y de pérdida de estatalidad" que está viendo en sus montañas. Un proceso que han denunciado también a México, el principal país productor y exportador de aguacate del mundo, que vende casi todo a Estados Unidos. Colombia exporta principalmente a Países Bajos, España y Reino Unido.

Cataluña ha multiplicado por cinco sus importaciones en los últimos diez años. Pero no todo es para abastecer al consumo catalán, que se ha multiplicado por 2,2 en el mismo tiempo. También quiere competir con los Países Bajos, que es hoy el primer centro importador de aguacate de Europa para exportar al resto del continente. Según datos de GRAIN, Catalunya ya exporta una cantidad similar a la mitad de sus importaciones (que vienen sobre todo de Perú, pero también de Colombia). Sin embargo, la mayor parte de las exportaciones catalanas serían aguacates cultivados en España.

«Andas por dónde habías pasado siempre y te salen unos hombres armados y te dicen: "Por aquí ya no pueden volver a pasar". Las preguntas: "¿Y por qué?" Y te dicen: "Órdenes del patrón". Y miras quién es el patrón y es un chileno o un peruano»

04 Contaminación

«Tengo un pequeño estanque en el que hacía piscicultura. Un día me encontré todos los peces muertos y lo denuncié. La empresa aguacatera envió a alguien para tomar muestras una semana después, pero no han querido compartir los resultados. Y la misma agua que abastece a los peces abastece a nuestra casa»

La relación con los responsables de la aguacatera que rodea las tierras de Pedro (nombre ficticio) es demasiado tensa; por eso pide que protejamos su anonimato. Tiene una pequeña finca de cuatro hectáreas en el departamento de Caldas, de las que tres las mantiene como reserva forestal. Este activismo medioambiental, de hecho, hace que lo miren con recelo, explica. En la hectárea donde sí cultiva tiene tomates, fresas y otros productos ecológicos. Pero cuando ha intentado certificar sus fresas como orgánicas, se lo han denegado por la proximidad del monocultivo de aguacate, que utiliza fuertes herbicidas y pesticidas. No puede asegurar que la contaminación que mató a sus peces provenga de los monocultivos de aguacate, pero no hay casi nada más en cientos de hectáreas que rodean su finca, apunta.

El color amarillento de la hierba no es nada habitual en estas colinas tropicales. Todo el mundo en la región tiene claro qué significa ese color: que allí se ha utilizado glifosato. Suele ser, dicen, el llamado Roundup, que no es más que una marca concreta de glifosato rebajado de la empresa que lo patentó, Monsanto. Es un tóxico que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado como "probablemente cancerígeno para los humanos", lo que ha supuesto su prohibición en diversos países europeos, pero no en España ni tampoco en América Latina. La Unión Europea, de hecho, recientemente ha alargado diez años el permiso para utilizarlo, aunque Alemania, Francia y otros estados lo tienen parcialmente prohibido.

“Hace aproximadamente un mes y medio, un tóxico entró en las fuentes de las que se capta el agua para beber. En una de las veredas de Salento, Canaan, hubo personas intoxicadas y se cortó agua durante ocho días. Sabemos que tiene relación con los aguacateros que hay más arriba, pero todo se ha llevado muy herméticamente”, nos explica Jaime Hernán Arias García, cargo electo del Consejo Municipal de Salento. El concejal está convencido de que el hecho de que los monocultivos de aguacate se instalen en los nacimientos de los ríos genera un riesgo evidente de contaminación de los acueductos que llevan agua de boca a millones de personas.

Sin embargo, el investigador de la Universidad del Quindío experto en aguacates Henry Reyes niega que se utilicen pesticidas o herbicidas en el cultivo del aguacate. “Quizás en el de otras variedades sí, pero en el aguacate Hass, que es lo que se exporta, se hace todo de forma orgánica precisamente por las normativas internacionales”, asegura. Sin embargo, admite que nunca ha podido realizar un análisis dentro de las propiedades de las multinacionales del aguacate.

Quien sí ha podido entrar dentro de los terrenos de las multinacionales es Angela Patrícia Rivera, profesional química e investigadora del territorio. "Los aguacates pueden pasar el análisis de trazas porque dos meses antes de su exportación se sustituyen los productos químicos por los orgánicos", asegura, y afirma que la peruana Camposol es una de las empresas que hacen esto. El ARA ha preguntado al respecto a la empresa, pero no ha obtenido respuesta. La fruta llega a su destino europeo libre de tóxicos porque se han utilizado en las etapas anteriores del cultivo: "Cuando ya han dejado todo su impacto en nuestros territorios, el suelo y el agua", dice Rivera. La falta de trazas al final del proceso les permite obtener certificaciones de calidad medioambiental como el Global Gap, apunta.

"Estamos contaminados hasta las orejas", dice con vehemencia Rivera, y me envía fotografías de garrafas llenas de químicos en el almacén de una de estas empresas del aguacate que pudo visitar cuando trabajaba para la administración. Explica también que algunas empresas fumigan con drones, pese a que está prohibido.

El investigador del CSIC Iñaki Hormaza, especializado en este tipo de cultivos, apunta que precisamente por tratarse de un país tropical con mucha agua “hay mucho más riesgo de plagas y enfermedades asociadas a la humedad, lo que exige tratamientos químicos frecuentes”. También confirma que la Unión Europea "sólo controla si la fruta que entra en Europa supera los límites de tóxicos, pero no regula ni dice nada si se han utilizado (esos tóxicos) en su cultivo unos meses antes de la exportación".

54,42 muertes por cada 100.000 habitantes

Uno de los impactos más graves de la contaminación en el Quindío, el departamento más pequeño de Colombia, ha sido la mortalidad masiva de abejas. Los pesticidas agrícolas, especialmente el fipronilo (prohibido en la Unión Europea por su toxicidad), han generado la muerte de hasta 24 millones de abejas en el Quindío en los últimos años, según una denuncia de la Asociación Colombiana de Productores y Protectores de las Abejas (Asoproabejas). Es la cifra más alta del país y se ha dado en el departamento más pequeño. Esto ha llevado al Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) a prohibir el uso de fipronilo, pero la medida no entrará en vigor hasta febrero de 2024 (se dio un año a los productores para agotar existencias).

Un informe del mismo ICA anterior a la prohibición admitía que se utiliza fipronilo en el cultivo extensivo del aguacate, aunque no son los únicos: los monocultivos de café o plátano, entre otros muchos, también lo utilizan.

Teresa Laso lleva 15 años dedicada a la cría de abejas nativas, las conocidas como meliponas. No son variedades habituales como las Apis, sino unas especies más pequeñas sin aguijón que son originarias de estas regiones y, por tanto, son mucho más críticas para sus ecosistemas. Pero denuncia que todos los estudios sobre la "mortaldad creciente" de las abejas se hacen teniendo en cuenta sólo las Apis (especies africanas y europeas), así que las cifras oficiales, pese a escalofriantes, dejan fuera a las especies de abeja nativa como las suyas. Tal y como recuerda Rivera, además, "las abejas son bioindicadores de la salud del territorio". Además de ser un síntoma de contaminación, su pérdida pone en riesgo todo el equilibrio natural.

05 Minería

«Vino la minera y nos dio semillas de aguacate para que plantáramos. Muchos compañeros míos las aceptaron y plantaron. Yo no. Terminaron arruinados y tuvieron que vender su tierra y marcharse»

Los monocultivos de aguacate llegan a la región de Tolima de la mano de la multinacional minera Anglogold Achanti. La empresa quería abrir una gran mina de oro a cielo abierto conocida, como La Colosa, en Cajamarca, una ciudad del departamento, y había logrado varias concesiones mineras. Pero el proyecto quedó frenado por una consulta popular que en 2017 dio un no masivo y rotundo al proyecto minero. La Constitución colombiana establece que las consultas populares son vinculantes, por lo que Anglogold Ashanti anunció que se marchaba. Pero no lo hizo del todo. "Poco después de la consulta, llevaron a la región esta iniciativa del aguacate con un proyecto que quería generar la idea de que la agricultura puede convivir con la minería", explica Yeferson Rojas, de Cosajuca.

La minera Anglogold Ashanti repartía semillas de aguacate y fertilizantes entre los campesinos de la zona. “Pero cuando ya habían producido aguacates, la empresa no quiso comprarlos o les daba un precio muy bajo, por lo que quebraron y acabaron vendiendo sus tierras”, explica Hernán Báez, que tiene una finca en la montaña. Poco después, llegaron las multinacionales del aguacate a comprar grandes extensiones de tierra. “En otras regiones del mundo donde se han instalado los cultivos extensivos de aguacate hemos visto cómo acaban con el agua y lo que queda son desiertos, y una vez terminan con la tierra, es mucho más fácil venderla para hacer minería. Son distintas manifestaciones del extractivismo”, apunta Rojas.

La sospecha de que la llegada del aguacate tiene como objetivo final la explotación minera de las tierras agotadas por el monocultivo se repite allá donde vayamos. No está sólo en Tolima, sino en toda la cordillera central de los Andes colombianos, una zona donde los mapas del subsuelo confirman que existe una gran riqueza de oro y otros minerales clave para las nuevas tecnologías, como el cobalto.

En Salento, en el departamento del Quindío, una investigación liderada por el concejal municipal Jaime Hernán Arias descubrió los vínculos entre la empresa chilena de aguacates Altos del Valle, presente en la región, y la minera chilena Enami. Todo empezó cuando un militar retirado que había comprado una pequeña finca, un neocampesino, dijo que no a la empresa del aguacate que quiso comprarle la tierra. "Empezaron con el acoso, como habían hecho con otros vecinos campesinos: les mataban animales, cortaban el paso en las carreteras...", explica el concejal. "En la segunda llamada, el número de teléfono era el mismo, pero se identificaron como una empresa minera y dijeron que debía vender porque toda esa zona estaba comprometida para la minería", relata. Todo ello propició una investigación oficial que acabó revelando que "el representante de la aguacatera Altos del Valle en la región colombiana, Felipe González Tocornal, había sido justo antes el gerente de la minera nacional chilena Enami".

Al acabar la investigación, Hernán estaba convencido de que el objetivo del monocultivo del aguacate “es acabar vendiendo la tierra a la minera” y explotar “el mayor proyecto de oro del planeta”. El ARA no ha tenido acceso al documento de la investigación porque el disco duro que lo contenía, dice Arias, se ha dañado.

«No creemos que sea coincidencia que la empresa productora de aguacate sea gestionada por alguien que viene de una empresa minera. Su objetivo final es utilizar la tierra para minería»

“Nuestra tesis es que el cultivo de aguacate es la punta de lanza para la actividad minera. Es mucho más fácil entrar en el territorio diciendo que quieres cultivar, y estas empresas pueden esperar cinco o diez años produciendo aguacate para ir debilitando la tierra, hasta que puedan utilizarla para minería”, apunta el concejal. En Colombia, las riquezas del subsuelo son de “interés nacional”, por lo que el estado puede explotarlas aunque se encuentren en una propiedad privada.

Más al sur, en el municipio de Génova, otra evidencia. El análisis del agua del acueducto que abastece a la localidad encontró mercurio, cadmio, plomo y otros minerales que indican que hay actividad minera en algún lugar cercano. Tanto las cantidades de pesticidas y herbicidas detectadas en aquella agua como las de restos de minería suponen un “riesgo alto” para la salud de los vecinos que se nutren del acueducto, concluye el análisis, al que ha tenido acceso el ARA. “Parece que hay minería ilegal en estos montes, esto es lo que nos indica la presencia de mercurio y cadmio en el agua que consumimos los genoveses, que hay minería, explotación de oro”, señala doña Elsy Tobón, del colectivo EcoGénova. Jhon Fredy Gutiérrez, vecino de aquella zona, recuerda, de hecho, que hace unos 10 o 12 años vinieron unos hombres a su finca en la montaña "a realizar un estudio del subsuelo para ver qué minerales hay".

Después de ese análisis del agua, los vecinos de Génova están convencidos de que la batalla sólo comienza. "Es una estrategia excelente", explica Viviana Viera, fundadora de EcoGénova. Comprar suelo en nombre del aguacate, aunque sea monocultivo extensivo, es una carta de presentación mucho mejor que la minería. “Las aguacateras van acumulando terreno, cierran caminos, explotan la tierra y acaban con la fertilidad, secan los arroyos y la gente se va porque no quiere vivir siendo fumigado a diario –remarca Viera–. Así logran el control social de la montaña, y cuando lo tengan no habrá impedimentos para la minería”.