Hoy comienza Lurrama, un conjunto de actividades creado por Euskal Herriko Laborantza Ganbara (EHLG) con el objetivo de impulsar un cultivo popular y sostenible. Poineau, organizador del evento, reivindica el vínculo entre el agricultor y el consumidor. Menciona el objetivo de una oficina de cultivos y alimentación a nivel de Iparralde.
[berria]Lurrama comienza hoy, viernes, y se desarrollará hasta el domingo en la sala Irati de Biarritz. Los invitados de este año son corsos y la invitada de honor es la directora de la organización francesa Foodwatch, Karine Jacquemart. Francis Poineau (Mitikile-Larrori-Mendibile, 1956), miembro de EHLG, es uno de los organizadores, y ha hablado de los objetivos y reivindicaciones de este periodo, en el que la defensa de la agricultura popular será el eje central, tendiendo puentes entre agricultores y consumidores.
‘Vivir y alimentarse de la agricultura popular’ es el lema de Lurrama de este año. Es bastante general. ¿Qué habéis querido decir con eso?
Por un lado, Vivir de la agricultura popular es una forma de vivir. Y alimentarse, para decir a los consumidores que hay comida para todo y que, por tanto, tienen que elegir. Y esta es nuestra filosofía: productos de aquí, locales, de temporada... Eso es lo que queremos que permanezca.
Precisamente, daréis una charla sobre esta forma de consumir.
Agricultura popular: explicaremos en qué consiste este. Con las gentes del INRAE [Instituto Francés de Investigación Agraria, Alimentaria y Ambiental], con los investigadores, hemos creado una definición extraordinariamente precisa en la que cada palabra ha sido cuidadosamente seleccionada. Y ese concepto agrupa diez grandes principios: la distribución de las producciones, la autosuficiencia, la relación entre recursos abundantes y escasos...
En ese momento, enseñamos algunas granjas. Tenemos dos suletinas: el altzürükütarra Bettan Keheille, que recientemente ha ocupado la finca familiar para demostrar que no es imprescindible para vivir una granja de grandes dimensiones; la otra, Ximun Luku, que ha plantado con su mujer en Muskildi, no es enteramente casera: ha cogido otra granja, pero no como hijo de agricultor, y eso también es importante, porque necesitamos un mundo de agricultores que se abran a los demás y a los que no lo son. En el caso de ambos hay una elección, una forma de vida. Y tenemos también un labrador de Córcega que hace viticultura.
De hecho, los corsos son los invitados oficiales de este año.
Cada año invitamos a los de una zona; este año a los corsos. Tenemos algunas relaciones con usted para ver si nos tuvo y le hemos detectado un grupo motivado en el territorio de los alrededores de Ajaccio: una treintena de labradores y varios electos. Nos hemos relacionado con una asociación popular y pensamos en hacer una charla sobre la evolución institucional de Córcega y el País Vasco.
Ellos tienen la Oficina de Agricultura y Desarrollo Rural de Córcega, ODARC, y nosotros, por nuestra parte, también reivindicamos una oficina agroalimentaria. Para ir un poco al margen de la problemática de las cámaras, y para enfilar alguna de esas guerrillas entre la cámara departamental y EHLG. Intentar, en suma, ir más lejos con una oficina de agricultura y alimentación a nivel de Iparralde. Donde estemos todos: la cámara de Pau [Occitania], nosotros, los consumidores... No sólo los agricultores. Algo más amplio para hablar del rumbo de la agricultura.
¿Estáis, pues, estableciendo un vínculo entre la evolución institucional y la agricultura popular?
Lo hemos hecho a nivel global en el plano institucional, pero también a nivel local en la aplicación de la agricultura y en las consecuencias que las políticas pueden tener. Tenemos la cámara del departamento de Pau, pero si nos fijamos en nuestro territorio, tenemos particularidades que nos permiten trabajar a nuestro favor. Los fondos europeos llegan a través de la región de Nueva Aquitania, pero ¿qué pintamos nosotros en Nueva Aquitania? Nos dicen «sois tierra de montaña, pero no sólo ustedes, sino también Limousin (Occitania)». Sí, de acuerdo, pero allí casi todas las granjas tienen 150 o 200 hectáreas... ¡No tiene nada que ver!
De alguna manera, tienemos ambición política, pero noble. Gestionar las cosas desde aquí, porque las conocemos, y hay que tomar decisiones adecuadas a nuestras peculiaridades. Como si fueran a medida, en vez de políticas globales que se nos escapan.