La organización GRAIN ha realizado un estudio sobre el aumento de los precios en la alimentación y el origen de ese incremento, ya que "no va a parar a los bolsillos de quienes producen". El estudio concluye que "el poder corporativo es el gran culpable de los altos precios de los alimentos que hoy pagan quienes consumen y de los bajos precios para quienes producen".
[GRAIN]
Grandes protestas campesinas estallaron en al menos 65 países durante el año pasado. Desde India hasta Kenia, pasando por Colombia y Francia, la desesperación ha llegado a un punto límite. Quienes se dedican a la agricultura advierten que, sin protección y sin una mejora en los precios, peligra su futuro. Desde hace más de tres décadas movimientos campesinos como La Vía Campesina denuncian que la Organización Mundial del Comercio y el creciente número de acuerdos bilaterales de libre comercio destruyen los medios de vida del campesinado.
Sin embargo, estas protestas se han desarrollado en un contexto en el que los precios mundiales de los alimentos han alcanzado niveles récord. Primero los precios se dispararon durante la pandemia, y luego otra vez al comienzo de la guerra en Ucrania, alcanzando en 2022 un récord histórico. Han subido más rápido que los precios de otros productos: si el índice general de precios al consumidor (IPC) mundial se duplicó entre 2021 y 2022, el IPC de los alimentos casi se triplicó. Según el índice de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), aunque en 2023 los precios internacionales de los alimentos se moderaron, seguían siendo más altos que en 2019. Y todo indica que se trata de una crisis de precios, y no de una escasez de alimentos a nivel mundial. Durante los últimos 20 años, la producción mundial de cereales ha superado las existencias disponibles.
El impacto de estos aumentos de los precios de los alimentos en millones de personas, especialmente en las más empobrecidas, es devastador. En 2022 el 9,2% de la población mundial padecía de hambre crónica, un aumento de 122 millones de personas desde 2019.
¿Quién se beneficia?
Tal y como dejan claro las protestas campesinas de este último año, el aumento de los precios no va a parar a los bolsillos de quienes producen. Entonces, ¿quién se beneficia?
El estudio concluye que "el poder corporativo es el gran culpable de los altos precios de los alimentos que hoy pagan quienes consumen y de los bajos precios para quienes producen. La crisis climática sólo empeorará esta situación, a menos que se tomen medidas urgentes para desmantelar el poder corporativo y transitar hacia sistemas alimentarios más locales, basados en una producción diversificada de alimentos y centrados en las necesidades alimentarias de las personas. Por lo tanto, la lucha contra los tratados de libre comercio, la que está al frente de muchas de las actuales protestas campesinas, resulta fundamental".
Al mismo tiempo, "se necesitan acciones para controlar el poder de quienes mediante la ‘economía de casino’ están profundizando la volatilidad y los aumentos de los precios de los alimentos". Cuando se trata de especulación financiera, resulta fundamental "endurecer las regulaciones ya que, cómo ha quedado claro, es un factor importante en la volatilidad de los precios de los alimentos". Y para hacer frente a la llamada ‘inflación de los vendedores’, necesitamos medidas para restringir la usura y la especulación, las que podrían incluir impuestos sobre las ganancias extraordinarias, medidas antimonopolio y, lo que es más importante, controles públicos sobre los precios de los alimentos y programas que garanticen una distribución justa, equitativa y segura de alimentos nutritivos para todas y todos".