Iñigo Egiluz, 15 años de brillar en el firmamento de la resistencia indígena y afrocolombiana
[Texto-homenaje Vía Mundubat]
“Estrellas aferradas a las raíces de la selva”. Así llamaba Iñigo a la gente que ayudaba en Colombia y que sufrían el embate de los paramilitares que se querían apoderar de sus tierras. Su acción humanitaria tuvo un precio: el 18 de noviembre de 1999, a las 21:30 horas, la lancha en que regresaba a Quibdó después de recopilar testimonios de las víctimas de las masacres fue embestida por los paramilitares. En el ataque murió Iñigo y el sacerdote Jorge Luis Mazo.
Su amigo colombiano Rafael Gómez, quien iba también en la lancha con Iñigo el día del atentado, escribió en nombre de su pueblo lo que este cooperante vasco significó y significa todavía en aquellas tierras heridas por las más crueles de las injusticias que los poderes fácticos permiten:
“Iñigo, viniste para quedarte, te fuiste para no irte. Iñigo, otra vez lo repito, ellos no te quitaron la vida (ese honor no lo merecen), porque tu vida hace tiempo la habías dado a los pueblos y sus causas. Tu vida la habías dado cuando decidiste andar los caminos de tierra en Guatemala, en Barranca, en Quibdó. Tu vida la habías dado cuando dejaste el automóvil y el metro para montar en bicicletas y champas. Tu vida la habías dado sin pedir permiso…”
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