La ONU advierte: La agricultura intensiva y la deforestación llevan al planeta al “borde del precipicio”

La Organización de Naciones Unidas (ONU) ha sido contundente: la agricultura intensiva y la deforestación amenazan las capacidades del planeta para enfrentar las necesidades humanas. La Convención de Naciones Unidas sobre la lucha contra la desertificación (CNULCD) considera que es necesario restaurar 1.500 millones de hectáreas -el 10 por ciento de todas las tierras emergidas del planeta- antes del fin de la década.

Planeta precipicio

[United Nations]

El informe ha sido elaborado bajo la dirección del Prof. Dr. Johan Rockström, del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK), en colaboración con la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD).

Las tierras son la base de la estabilidad del planeta, subraya el informe. Regulan el clima, preservan la biodiversidad, mantienen los sistemas de agua dulce y proporcionan recursos vitales como alimentos, agua y materias primas. El informe, ‘Alejarse del precipicio: transformar la gestión de las tierras para no sobrepasar los límites planetarios’ [‘Stepping back from the precipice: Transforming land management to stay within planetary boundaries’] recurre a unas 350 fuentes de información para examinar la degradación de tierras y las oportunidades de actuar desde la perspectiva de los límites planetarios.

Hoy en día, la deforestación, la urbanización y la agricultura insostenible están provocando una degradación de las tierras del mundo a una escala sin precedentes, amenazando no sólo los distintos componentes del sistema terrestre, sino la propia supervivencia humana.

Además, el deterioro de los bosques y los suelos socava la capacidad del planeta para enfrentar las crisis climática y de biodiversidad, que a su vez aceleran la degradación del suelo, alimentando un dañino círculo vicioso.

"Si no reconocemos el papel fundamental de las tierras y no tomamos las medidas adecuadas, las consecuencias se extenderán a todos los aspectos de la vida y se prolongarán en el futuro, intensificando las dificultades para las generaciones venideras", declaró Ibrahim Thiaw, Secretario Ejecutivo de la CNULD.

En la actualidad, la degradación de tierras perturba la seguridad alimentaria, impulsa las migraciones y alimenta los conflictos.

La superficie mundial afectada por la degradación del tierras —aproximadamente 15 millones de km², más que todo el continente antártico o casi el tamaño de Rusia— aumenta cada año en un millón de km².

Límites planetarios

El informe, que puede descargarse tras el embargo en www.unccd.int y https://bit.ly/3V5SaY7, expone tanto los problemas como las posibles soluciones relacionadas con el uso de la tierra dentro del marco científico de los límites planetarios, que ha adquirido una fuerte relevancia política desde su presentación hace 15 años.

Los límites planetarios definen nueve umbrales críticos esenciales para mantener la estabilidad del planeta. La forma en que la humanidad utiliza o abusa de las tierras afecta directamente a siete de ellos, como el cambio climático, la pérdida de especies y la viabilidad de los ecosistemas, los sistemas de agua dulce y los ciclos naturales de nitrógeno y fósforo. El propio cambio en el uso de la tierra es también un límite planetario.

Resulta alarmante que hasta la fecha se hayan traspasado seis límites y que otros dos estén cerca de sus umbrales: la acidificación de los océanos y la concentración de aerosoles en la atmósfera. Sólo el ozono estratosférico —objeto de un tratado de 1989 para reducir las sustancias químicas que agotan la capa de ozono— se encuentra firmemente dentro de su "espacio operativo seguro".

"Los límites planetarios ofrecen un marco para alcanzar el bienestar humano dentro de los límites ecológicos de la Tierra", afirma Johan Rockström, autor principal del estudio seminal que introdujo el concepto en 2009.

"Nos encontramos ante un precipicio y debemos decidir si damos un paso atrás y adoptamos medidas transformadoras, o continuamos en una senda de cambio medioambiental irreversible", añade.

El punto de referencia para el uso de la tierra, por ejemplo, es la cobertura forestal en el mundo antes de que la humanidad empezara a hace mella en el entorno natural. Mantener un 75% o más de la extensión boscosa original nos mantiene dentro de unos límites seguros, pero la cubierta forestal ya ha caído a sólo el 60%, según la actualización más reciente del marco de los límites planetarios realizada por Katherine Richardson y sus colegas.

Hasta hace poco, los ecosistemas terrestres absorbían casi un tercio de la contaminación por CO₂ de origen humano, a pesar de que estas emisiones hubieran aumentado un 50%.

Sin embargo, en la última década, la deforestación y el cambio climático han reducido en un 20% la capacidad de los árboles y el suelo para absorber el exceso de CO₂.

Prácticas agrícolas insostenibles

La agricultura convencional es la principal responsable de la degradación de tierras, contribuyendo a la deforestación, la erosión del suelo y la contaminación. Las prácticas de regadío insostenibles agotan los recursos de agua dulce, mientras que el uso excesivo de fertilizantes a base de nitrógeno y fósforo desestabiliza los ecosistemas.

Los suelos degradados reducen el rendimiento de los cultivos y la calidad nutricional, lo que repercute directamente en los medios de subsistencia de las poblaciones vulnerables. Los efectos secundarios incluyen una mayor dependencia de los insumos químicos y el aumento de la conversión de tierras para la agricultura.

El tristemente famoso Dust Bowl de la década de 1930 fue el resultado de cambios a gran escala en el uso de la tierra y de una inadecuada conservación del suelo.

Los focos actuales de degradación del suelo se deben a la producción agrícola intensiva y a la elevada demanda de regadío, sobre todo en regiones secas como el sur de Asia, el norte de China, las Altas Llanuras de Estados Unidos, California y el Mediterráneo.

Mientras tanto, el cambio climático —que hace tiempo que ha traspasado su propio límite planetario— acelera la degradación de tierras a través de fenómenos meteorológicos extremos, sequías prolongadas e inundaciones más intensas. El deshielo de los glaciares de montaña y la alteración de los ciclos del agua aumentan la vulnerabilidad, especialmente en las regiones áridas.

La rápida urbanización intensifica estos retos, contribuyendo a la destrucción de hábitats, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.

Los efectos de la degradación de tierras afectan de forma desproporcionada a los países tropicales y de renta baja, tanto porque tienen menos capacidad de recuperación como porque los efectos se concentran en las regiones tropicales y áridas. Las mujeres, los jóvenes, los pueblos indígenas y las comunidades locales también se llevan la peor parte del deterioro medioambiental. Las mujeres se enfrentan a una mayor carga de trabajo y a riesgos para la salud, mientras que los niños sufren malnutrición y retrocesos educativos.

La gobernanza débil y la corrupción agravan estos problemas. La corrupción fomenta la deforestación ilegal y la explotación de recursos, perpetuando los ciclos de degradación y desigualdad.

Según la iniciativa Prindex, casi 1.000 millones de personas carecen de una tenencia segura de la tierra, sobre todo, en el norte de África (28%) y África subsahariana (26%), así como en el sur y sudeste asiático. El miedo a perder el hogar o la tierra desincentiva las inversiones en prácticas sostenibles.

A menudo, las subvenciones agrícolas incentivan prácticas perjudiciales, promoviendo el uso excesivo del agua y los desequilibrios biogeoquímicos. Alinear estas subvenciones con los objetivos de sostenibilidad es fundamental para una gestión eficaz de la tierra.

Entre 2013 y 2018, se gastaron más de medio billón de dólares en este tipo de subvenciones en 88 países, según un informe de la FAO, el PNUD y el PNUMA de 2021. Casi el 90% se destinó a prácticas ineficientes e injustas que perjudicaban al medio ambiente, según ese informe.

Acción transformadora

Es necesaria una acción transformadora para combatir la degradación de la tierra y garantizar el retorno al espacio operativo seguro de los límites planetarios terrestres. Los límites planetarios están interconectados; por lo tanto, las acciones para evitar o frenar su transgresión también deben estar coordinadas.

Los principios de equidad y justicia son clave a la hora de diseñar e implementar acciones transformadoras para detener la degradación de la tierra, garantizando que los beneficios y las cargas se distribuyan equitativamente.

La reforma de la agricultura, la protección del suelo, la gestión de los recursos hídricos, las soluciones digitales, las cadenas de suministro sostenibles o verdes, y la gobernanza equitativa de la tierra junto con la protección y restauración de bosques, praderas, sabanas y turberas son cruciales para detener e invertir la degradación de la tierra y el suelo.

La agricultura regenerativa se define principalmente por sus resultados, como la mejora de la salud del suelo, el secuestro de carbono y el aumento de la biodiversidad. La agroecología hace hincapié en la gestión holística de la tierra, incluida la integración de la silvicultura, los cultivos y la gestión ganadera.

La regeneración de los bosques, la agricultura sin labranza, la gestión de los nutrientes, la mejora del pastoreo, la conservación y captación del agua, el riego eficiente, los cultivos intercalados, los fertilizantes orgánicos, un mejor uso del compost y el biocarbón pueden aumentar el carbono del suelo e incrementar los rendimientos.

Las sabanas están gravemente amenazadas por la degradación del suelo provocada por el ser humano, pero son esenciales para el bienestar de las personas y los ecosistemas. Son un importante almacén de biodiversidad y carbono, y cubren el 20% de la superficie terrestre, pero se están perdiendo por la expansión de los cultivos y porque el empeño, equivocado, de querer plantar árboles donde no toca.

En el 47% de los acuíferos mundiales, el ritmo actual de extracción de aguas su reposición. Por ello, una gestión más racional del agua combinada con un riego más eficiente es crucial para reducir el uso agrícola de este recurso.

A escala mundial, el sector del agua debe seguir pasando de las infraestructuras grises (presas, embalses, canales, depuradoras) a las verdes(reforestación, restauración de llanuras aluviales, conservación de bosques o recarga de acuíferos).

En la actualidad, sólo el 46% del nitrógeno y el 66% del fósforo aplicados como fertilizantes son absorbidos por los cultivos. El resto se escurre hacia masas de agua dulce y zonas costeras, con consecuencias nefastas para el medio ambiente.

Nuevas tecnologías

Las nuevas tecnologías, junto con los macrodatos y la inteligencia artificial, han hecho posibles innovaciones como la agricultura de precisión, la teledetección y los drones, que detectan y combaten la degradación del suelo en tiempo real. La aplicación precisa de agua, nutrientes y plaguicidas, así como la detección precoz de plagas y enfermedades, también aportan beneficios.

Plantix, una aplicación gratuita disponible en 18 idiomas, puede detectar casi 700 plagas y enfermedades en más de 80 cultivos diferentes. Las cocinas solares mejoradas pueden proporcionar a los hogares fuentes de ingresos adicionales y mejorar sus medios de vida, al tiempo que reducen la dependencia de los recursos forestales.

También son necesarias medidas reguladoras, una gobernanza del suelo más sólida, la formalización de la tenencia de la tierra y una mayor transparencia empresarial sobre el impacto medioambiental.

Existen numerosos acuerdos multilaterales sobre cambios de los sistemas terrestres, pero en gran medida han fracasado. La Declaración de Glasgow para detener la deforestación y la degradación del suelo antes de 2030 fue firmada por 145 países en la cumbre del clima de Glasgow en 2021, pero la deforestación ha aumentado desde entonces.

Proteger las turberas intactas y rehumedecer el 60% de las ya degradadas podría transformar esos ecosistemas en un sumidero neto, o esponja, de gases de efecto invernadero para finales de siglo. Actualmente, las turberas dañadas representan entre el 4% y el 5% de las emisiones mundiales de GEI, según la UICN.

En cifras

    • 7 de 9: Los límites planetarios se ven afectados por el uso del suelo, lo que subraya su papel central en los sistemas terrestres.
    • 60%: Cobertura forestal mundial que se mantiene, muy por debajo del límite seguro del 75%.
    • 15 millones de km²: Superficie terrestre degradada, mayor que el tamaño de la Antártida, que se expande a razón de 1 millón de km² al año.
    • 20%: La superficie terrestre cubierta por sabanas, ahora amenazada por la expansión de las tierras de cultivo y la forestación mal concebida.
    • 46%: Superficie terrestre mundial clasificada como zona árida, donde vive un tercio de la humanidad; el 75% de África es zona árida.
    • 90%: Parte de la deforestación reciente causada directamente por la agricultura, sobre todo por la expansión de las tierras de cultivo en África/Asia y el pastoreo en Sudamérica.
    • 80%: Contribución de la agricultura a la deforestación mundial; 70% del uso de agua dulce.
    • 23%: Emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura, la silvicultura y el uso del suelo.
    • 50% frente a 6%: Porcentaje de emisiones agrícolas procedentes de la deforestación en países de renta baja frente a países de renta alta.
    • 46% / 66%: Eficacia en la absorción de nitrógeno y fósforo usados como fertilizantes; el resto se escurre con consecuencias nefastas.
    • 2.700+: Las políticas nacionales abordan la contaminación por nitrógeno, mientras que el fósforo es pasado por alto en gran medida.
    • 10%: Superficie mundial de tierra cultivable sembrada con cultivos modificados genéticamente en 2018: soja (78%), algodón (76%) y maíz (30%).
    • 11.700 años: Duración del periodo Holoceno, durante el cual la temperatura de la Tierra varió dentro de un estrecho margen de 0,5 °C, hasta el aumento de 1,3 °C registrado desde mediados del siglo XIX.
    • 1/3: CO2 antropogénico absorbido anualmente por los ecosistemas terrestres.
    • 25%: Porcentaje de la biodiversidad mundial que se encuentra en el suelo.
    • 20%: Disminución de la capacidad de absorción de CO2 de los árboles y el suelo desde 2015 atribuida al cambio climático.
    • 3%: Proporción de agua dulce del planeta, en su mayor parte encerrada en capas de hielo y aguas subterráneas.
    • 50%+: Principales ríos del mundo perturbados por la construcción de presas.
    • 47%: acuíferos que se agotan más rápido de lo que se reponen.
    • 1.000 millones: Personas con derechos inseguros sobre la tierra y que temen perder su hogar o sus tierras (por ejemplo, el 28% en Oriente Medio y el Norte de África, el 26% en el África subsahariana).
    • 1 de cada 5: Personas en todo el mundo que pagaron sobornos por servicios relacionados con tierra en 2019 (1 de cada 2 en África subsahariana).
    • $500B+ (2013-2018): Subvenciones agrícolas en 88 países, el 90% de las cuales alimentaron prácticas ineficientes y perjudiciales.
    • 200.000 millones de dólares al año: Financiación pública y privada para soluciones basadas en la naturaleza, empequeñecida por los 7 billones de dólares/año que financia el daño medioambiental.
    • 145: naciones que se comprometieron en 2021 a detener la deforestación para 2030; desde entonces, la pérdida de bosques ha continuado.