Macroproyectos: Renovables sí, pero

Los proyectos energéticos construidos o propuestos en Álava han levantado polvareda. Se necesita energía, y además generada a través de renovables, pero ¿cuál es la forma más adecuada? Hay muchas dudas sobre el modelo de transición energética.

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Entre los tres nuevos proyectos, está previsto colocar 310.000 placas fotovoltaicas en suelo alavés.
[Alea]

¿Cómo deberían colocarse las renovables en Álava? ¿Es necesario perjudicar al medio ambiente para conseguir energía verde? ¿Álava será un campo de sacrificio para la CAV o para España? ¿Hay una estrategia energética? ¿Podemos cambiar nuestro modelo de consumo y producción de energía? ¿A cambio de qué?

Son preguntas gruesas y no tienen respuestas fáciles, pero han irrumpido con fuerza en el debate público en los últimos años a medida que crecen los proyectos energéticos renovables. El movimiento ecologista vasco y alavés lleva años luchando por las renovables, denunciando el uso de energías fósiles y aludiendo a la necesidad de una transición energética. Sin embargo, cuando han llegado las renovables, muchos han sentido la necesidad de seguir luchando. Por un lado, han denunciado que los "macroproyectos energéticos" tendrán impactos ambientales muy negativos y, por otro, han acusado a las autoridades de actuar sin un plan estratégico claro para la transición energética. La transición "empieza a construirse desde el tejado", en palabras de Araba Bizirik.

Entre críticas, pero avanzan las empresas energéticas construyendo proyectos renovables y proponiendo más. Así lo dictan los Planes Territoriales Sectoriales, los convenios europeos e internacionales y el consenso científico a nivel mundial. Hay once proyectos para Álava en diferentes niveles de ejecución o tramitación. Se han construido o propuesto numerosos molinos de viento, para cada cuadrilla alavesa existe al menos un proyecto eólico. Ahora se están planteando la instalación de placas solares, hay proyectos para las cuadrillas de Ayala, Añana, Llanada, Mendialdea y Vitoria. Las últimas han sido Zierbena Solar 2, 3 y 4 de la empresa Solaria, una en Ribera Baja, otra en Zigoitia y la última entre Vitoria-Gasteiz e Iruña de Oca. Sumados estos tres, con 310.000 placas fotovoltaicas, ocuparán casi 400 hectáreas. Solaria también tiene previsto construir una línea de alta tensión para evacuar la energía generada. Esta línea unirá los tres orígenes en Zuia y atravesará Álava de sur a norte. Durante más de 100 kilómetros, la energía se incorporará a la Red Eléctrica Española hasta la localidad vizcaína de Zierbena, en la subestación eléctrica situada a pocos kilómetros de la planta de Petronor.

Este último proyecto, y muchos otros, están aún en fase de tramitación. Presentarán alegaciones varios ayuntamientos y agentes y está por ver si logran la autorización definitiva. Técnicos de la Diputación Foral de Álava también han calificado de "excesiva" la ampliación de los proyectos energéticos en el territorio y han pedido que se excluyan algunas zonas con el argumento de que sufrirán un daño medioambiental excesivo. No obstante, cabe esperar que aparezcan otros muchos proyectos en los próximos meses y años. La empresa Solaria ha dicho a sus inversores que quiere poner otros 27 proyectos de este tipo en Álava, Bizkaia y Gipuzkoa y, según algunos expertos, hay muchas posibilidades de que la mayoría se quiera ubicar en Álava.

Defensa de la tierra frente a macroproyectos

¿Cuál es el impacto medioambiental admisible para la instalación de renovables? El debate está abierto. En opinión del sindicato UAGA, este tipo de proyectos deberían priorizar los lugares no destinados a la agricultura y ganadería, que generen un impacto mínimo. La moción acaba de ser presentada por UAGA, junto con Araba Bizirik y la asociación Bionekazaritza, para que la agricultura y la ganadería sean consideradas actividades estratégicas en las Juntas Generales de Álava. Tampoco está claro que tenga efectos jurídicos si se aprobara, pero, en palabras de los representantes de UAGA, los diputados tendrán la oportunidad de demostrar su voluntad política, "su deseo de defender el territorio".

En Navarra se han paralizado nueve proyectos mediante una moción de este tipo. El 1 de junio han convocado una concentración en Vitoria-Gasteiz para reivindicar la defensa del territorio y apoyar al sector primario.

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Desde la plataforma Araba Bizirik ven la necesidad de volcar la visión. Dicen que hay que tener en cuenta los límites del territorio para pensar qué tipo de vida puede mantener y que ese debe ser el punto de partida. Sobre esta base, sería imprescindible cuestionar el actual modelo de ciudad e industria, en opinión de los ecologistas. Denuncian que «el mito peligroso se está extendiendo con la transición energética, que dice que nuestro estilo de vida puede seguir igual, cambiando unas fuentes de energía por otras». Dicen que son "soluciones falsas" si no hay un cambio estructural porque el nivel de consumo que tenemos supera los límites de nuestro planeta. Sitúan el crecimiento económico continuo en la raíz del problema y reivindican la necesidad de cuestionar la oligarquía energética y reorganizar la sociedad para desarrollar una vida que la tierra pueda soportar.

Zonas antropizadas y comunidades energéticas

Los macroproyectos se sustituyen por las principales alternativas que se proponen, por un lado las comunidades energéticas locales, y por otro el uso de zonas antropizadas para la instalación de renovables, es decir, terrenos ya usados, tejados de edificios, polígonos industriales y similares. Muchos partidos de la bolsa se han sumado a este tipo de soluciones. Anartz Gorrotxategi, miembro del PNV y diputado foral de Equilibrio Territorial y Ordenación del Territorio, por ejemplo, se ha mostrado a favor de las comunidades energéticas, pero ha advertido de que no son suficientes para satisfacer el nivel de consumo existente. El secretario de transición energética de EH Bildu, Mikel Otero, también ha dicho que los datos no lo dan y que habrá que compaginar proyectos a diferentes escalas.

Y es que las pequeñas comunidades energéticas y las renovables construidas en zonas antropizadas, por sí solas, no pueden generar la cantidad de energía que hoy utilizamos, según dicen varios expertos, ni siquiera si el consumo se redujera mucho. Además, la creación descentralizada también plantea otros problemas, como la necesidad de utilizar más materiales, que también tiene sus limitaciones. Para que los Montes de Araba queden libres, los molinos de viento deberán construirse donde haya menos viento y, en consecuencia, habría que hacer más aerogeneradores para generar la misma energía. No es un debate fácil. La reducción del consumo también genera desafío. Existen dos formas principales de hacerlo: reducir directamente el consumo de energía, dejando de hacer cosas, o lograr una mayor eficiencia energética a través de los avances tecnológicos. Está por ver en qué medida se logrará reducir el nivel de consumo en los próximos años y cuánto influye en el día a día de la población.

Hay que aclarar que las renovables generan electricidad, lo que sirve para unas cosas, pero para otras no. Habrá que hacer un proceso de electrificación en general para adaptarlo a las energías renovables, pero en algunos sectores esto es especialmente difícil, sobre todo en el transporte pesado y en la industria. Estos dos sectores son altamente dependientes de los combustibles fósiles y tienen un gran peso en nuestro consumo energético, ocupando casi las tres cuartas partes del consumo alavés el transporte y la industria. El hidrógeno verde generado con la electricidad de las energías renovables puede ser el combustible para estos sectores en el futuro, pero este es otro debate.

Araba Bizirik y UAGA, entre otros agentes, han reivindicado la promoción de pequeñas comunidades energéticas y el uso preferente de zonas antropizadas. Un propósito al que, como se ha dicho, también se han sumado numerosos partidos políticos. Son una buena opción, pero parece que no son suficientes. ¿Habrá que poner en algún sitio proyectos energéticos más grandes?

¿Álava zona de sacrificio?

En Álava sólo se produce el 11,6% de la energía que consumimos al año, según los últimos datos. A nivel del País Vasco importamos el 85% de la energía. Muchos agentes han llamado "colonialismo energético" a esta dependencia de la energía procedente del exterior, ya que en otros lugares sufren los daños derivados de los procesos de generación de energía.

Atendiendo a la generación eléctrica, en el Estado español, por ejemplo, Aragón, las dos Castillas y Galicia generan más electricidad de la que consumen, y desde allí se propaga a otros territorios. Ante el temor de que se produzca algo similar en Álava, Araba Bizirik y UAGA han denunciado que también quieren convertir Álava en "un espacio de sacrificio". Frente a ello, han reivindicado la necesidad de proteger el medio rural, denunciando que los pueblos, con una población cada vez más envejecida, se van despoblando. Pero cuando más del 75% de la población vive en Vitoria-Gasteiz, la voluntad política suele mirar más a la ciudad y a los ciudadanos les quedan más lejos las placas solares, eólicas y torres de alta tensión.

El municipio de Ribera Baja es, por ejemplo, una de esas "zonas sacrificadas", según han denunciado los vecinos. Desde Erriberabeitia Bizirik han calificado de "barbaridad" lo realizado en el municipio. Por allí discurre el TAV, que ya tiene construido el mayor parque fotovoltaico existente en la CAPV y en el que la empresa Solaria pretende construir un nuevo parque de 133 hectáreas con sus subestaciones eléctricas y su línea de evacuación. En una rueda de prensa, uno de los miembros del grupo municipal mostró el mapa del municipio con todos los proyectos realizados o propuestos, y se podía ver toda la zona con rayas, "cortando las conexiones entre los pueblos, llena de puentes, túneles, torres y obstáculos".

En localidades como Zigoitia, Lantarón, Zuia, etc. se están organizando vecinos para oponerse a los proyectos, poniendo alegaciones e informando a los vecinos, entre otras. En Arratzua-Ubarrundia, por ejemplo, la mayoría de los concejos rechazaron el proyecto fotovoltaico propuesto por Solaria en sus terrenos. Similar ha ocurrido en Zuia, donde el pleno del ayuntamiento acaba de aprobar por unanimidad su oposición al proyecto de Solaria, ante el que el equipo jurídico presentará alegaciones. Está por ver qué frutos da la resistencia de los pueblos. De hecho, la Ley de Transición Energética aprobada por PNV, EH Bildu y PSE, tal y como se hizo anteriormente por la "ley Tapia", prevé que se tomen decisiones en torno a proyectos energéticos en niveles más altos de la administración, por encima de la determinación de los pueblos.

¿Hay estrategia?

Si hay que sacrificar el territorio o no, o hasta qué punto dañarlo, no es el único debate. Muchos han criticado quién está proponiendo proyectos, decidiendo y ganando dinero.

Numerosos agentes ecologistas de Euskal Herria han denunciado que se está llevando a cabo la transición sin estrategia y han acusado al gobierno de actuar en función de los intereses de las empresas. "Las empresas presentan proyectos con la intención de tener más beneficios económicos y el gobierno sólo les da luz verde, no hay planificación", dice Araba Bizirik. Frente a ello, los ecologistas reivindican la necesidad de desarrollar una estrategia clara que priorice las necesidades del territorio. Aunque algunos partidos políticos hayan manifestado su intención de reforzar el Ente Vasco de la Energía, hoy por hoy parece que será imprescindible la participación de empresas privadas, o públicas noruegas. Pero queda en entredicho quién será el plan dirigido, en función de qué intereses surgirán los proyectos y a cambio de qué haremos la tan necesaria transición energética. No tiene respuesta fácil.