«Montar un huerto es otra forma de revolución» [Unai Aranguren: La Vía Campesina]
Unai Aranguren, de Vía Campesina, defiende la soberanía alimentaria porque “garantiza que los derechos de uso de tierras, aguas, semillas, ganado y biodiversidad están en manos de quien produce los alimentos y no del sector empresarial”.
La Vía Campesina es el movimiento internacional que agrupa a millones de campesinos, pequeños y medianos productores, pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Su principal reivindicación es conseguir la soberanía alimentaria, una idea lanzada hace casi 20 años y que hoy está más de actualidad que nunca. Unai Aranguren, representante de Vía Campesina en Euskadi, asegura la soberanía alimentaria es el único sistema “garantiza que los derechos de uso de tierras, aguas, semillas, ganado y biodiversidad están en manos de quien produce los alimentos y no del sector empresarial”. Aranguren, ha intervenido en el XVIII Congreso de Política Social celebrado en Vitoria y organizado por la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la (UPV) con el objetivo de analizar las respuestas que se vienen dando frente a los actuales procesos de exclusión e incremento de las formas de desigualdad.
Según Aranguren, hoy en día “montar un huerto supone otra forma de revolución”. “Ya no es solo que pueda servir como una forma de trabajo y de proporcionar alimentos, sino que se trata de un espacio colectivo, donde gente que sufre procesos de exclusión se pueden reencontrar consigo mismos. Además de la producción de alimentos y el autoconsumo, hay un componente de sensibilización social y es un banco de pruebas para dar el salto a algo más grande”.
La soberanía alimentaria puede empezar de esta forma por ese huerto. “Es una de las respuestas más potentes a las actuales crisis alimentaria, de pobreza y climática”. Abundando en esta línea, Aranguren recalca que la soberanía alimentaria “es el derecho de los pueblos a alimentos sanos y culturalmente adecuados, producidos mediante métodos sostenibles, así como su derecho a definir sus propios sistemas agrícolas y alimentarios”.
Lo sustancial es el desarrollo de un modelo de producción campesina sostenible que “favorece a las comunidades y su medio ambiente”. Sitúa las aspiraciones, necesidades y formas de vida de aquellos que producen, distribuyen y consumen los alimentos, según Aranguren, “en el centro de los sistemas y las políticas alimentarias, por delante de las demandas de mercados y empresas. De lo que se trata es de tener acceso a la tierra, a las semillas”.
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