¿Qué política para la viticultura Alavesa?
IÑAKI LASAGABASTER HERRARTE [CATEDRÁTICO DE DERECHO ADMINISTRATIVO DE LA UPV/ EHU | GARA/NAIZ]
Hemos estado recientemente en pleno periodo electoral, las elecciones generales, en las que, además del empacho propagandístico al que se nos ha sometido, hemos tenido la ocasión de encontrar, en los programas electorales, la respuesta a los interrogantes que podían plantearse en las cuestiones más diversas.
En esta ocasión la ciudadanía ha podido buscar en esos programas la respuesta a una cuestión que ha sido objeto de atención por la prensa recientemente y que no es otra que la situación de la Rioja Alavesa. Tal como se puso de manifiesto en la Jornada celebrada en Laguardia el día 7 de noviembre, bajo el título “Denominación de origen, identidad y diferenciación”, son muchos los problemas a que se enfrenta esta parte de Euskal Herria. La Jornada fue un gran acierto en su planteamiento. A mi modo de ver, diría que ejemplar. La ciudadanía se movilizó para tratar un tema que le preocupaba y le preocupa, llamando para tratar sobre el mismo a expertos, universitarios y actores del sector. Se trataba de reflexionar conjunta y públicamente sobre la situación de la Rioja alavesa. Como suele suceder algunas veces, una cuestión anecdótica, que no ocupó más de 15 segundos en la Jornada, fue destacada como titular en un periódico, asumiendo un protagonismo inmerecido: que ante la pregunta relativa al posible nombre de una denominación de origen alavesa se respondiera diciendo que la misma podía tener el nombre de “Nabarra”, con «b», no dejó de ser una concesión coloquial, accidental, intranscendente en el debate. A pesar de ello, la agudeza del periodista utilizando esa frase lleva a que políticos significativos, incluso el actual diputado general y el ex diputado general del Territorio Histórico alavés entren en un inexistente debate sobre ese nombre.
La realidad y preocupación del sector vitivinícola alavés está muy lejos de la elección de un nombre. Tal como se dijo en la Jornada, se trata de algo mucho más profundo, obviamente. Se trata de la propia supervivencia de lo que hoy en día se conoce como Rioja Alavesa. Se está produciendo el abandono de sistemas y estructuras productivas tradicionales en aras de otras estructuras que tienen como único valor la mejora de la competitividad, la reducción de costos, aún a costa de producir más pero peor. El riego y la utilización de fertilizantes son dos importantes indicadores de esta situación. Se plantean también actividades que quieren convertir nuestro territorio en un parque temático, donde la ciudadanía es utilizada como simple objeto y no como actor protagonista de su desarrollo.
Por el contrario, Álava necesita una política agrícola que persiga una explotación sostenible del territorio, con un sistema de producción vinculado a su historia y formas de hacer propias, vinculado al territorio, lo que permite el asentamiento de la población y la garantía del futuro de sus descendientes. Esta política garantizará la supervivencia de nuestro paisaje, de esa Sonsierra pegada a Sierra Cantabria, expresión de una cultura del territorio que se ha formado históricamente mediante unas formas concretas de explotación y ocupación de ese territorio.
Los programas electorales no parece que han dedicado demasiada atención a esta situación. Quizá tampoco lo ha hecho la propia política agrícola. No se olvide que se llegó a plantear la construcción de dos campos de golf aún a costa de arrancar viñedos, todo ello con una clara vocación especulativa, que la respuesta popular y parcialmente la política consiguieron paralizar (en el primer caso en Labastida y en el segundo en Laguardia). Sin embargo, la situación de La Rioja y de su Consejo Regulador requiere respuestas claras y a tiempo desde la política y desde el sector vitivinícola alaveses. Algunos detalles sirven para ilustrar lo dicho. Empezando por cuestiones simbólicas, la antigua contraetiqueta, que reflejaba la existencia de una Rioja Alavesa, fue sustituida por una simple vid. Frente a la calidad como elemento caracterizador de la producción alavesa, la denominación de origen adopta el acuerdo de aumentar la producción de vino en aproximadamente 25 (veinticinco) millones de litros anuales. Se publicita una posible forma de organizar subcomarcas en la Rioja, planteándose la disolución de la Rioja Alavesa, ya que se crearían diversas e injustificables subzonas en las que el territorio alavés se uniría con otros territorios.
Frente a estos hechos, es necesaria una respuesta política y del sector. Política, porque ya no es posible más diletantismo. La necesidad de una denominación propia es políticamente indudable, solamente modulable en cuanto al cuándo y al cómo. No hay alternativa a una denominación de origen del Rioja alavés, sea el nombre que sea el elegido. Esto debe quedar claro para la política, pero también para el sector vitivinícola. El sector vitivinícola alavés debe tener conciencia de la importancia del momento histórico en que se encuentra y de la necesidad de dar una respuesta al mismo, respuesta que debería plantear junto a la Administración vasca.
Si no es así, si no hay implicación del sector público y del privado, se corre el peligro de que la Rioja Alavesa también pueda tener otro signo de debilitamiento y de pérdida de identidad. Los y las diferentes intervinientes en el sector vitivinícola alavés pueden plantearse que no tiene sentido seguir en la actual denominación, con las consecuencias que ese tipo de decisión pueda tener para el sector vitivinícola alavés. Que haya una respuesta coherente a esta situación requiere una clara conciencia de lo que se juega el sector, tal como se manifestó en la Jornada celebrada en Laguardia, y una voluntad por parte de los poderes públicos competentes para crear los mecanismos jurídicos que la hagan realizable, en especial una denominación de origen alavesa. De otra forma, no parece que el futuro pueda ser demasiado halagüeño.
Alava necesita recuperar el interés por sus raíces históricas, por las personas que han desarrollado su actividad económica y productiva en este territorio, manteniendo su paisaje y una actividad económica sostenible que garantice unos medios de vida y el entorno necesario para el desarrollo de esa comunidad. El autocontrol del territorio, la autogestión de sus propios bienes naturales comunes, el territorio y su paisaje constituyen las vías de futuro de la Sonsierra alavesa. Los primeros pasos en este camino se acaban de dar. Tal como ya había anunciado, la bodega Artadi ha abandonado la actual denominación de Rioja. El proceso continuará, sin duda. Lo que se echa en falta, quizá, sea una clara política pública, de las autoridades vascas y alavesas, en la materia. En este como en otros campos, se requiere una política propia, que no se limite a esperar a lo que decida el sector. La política agrícola requiere colaboración público-privada desde su mismo diseño. Por otro lado, hasta ahora solamente se han oído amenazas por parte de las autoridades de la actual denominación de origen sita en Logroño, en una nueva manifestación de su carácter democrático, virtud a la que habría que añadir, en algunos casos, la dudosa legalidad de su actuación (es sorprendente que quien nombra a los instructores de los expedientes sancionadores se nombre a sí mismo instructor, por ejemplo). Sobre las políticas públicas vitivinícolas habrá ocasión de hablar en otro momento, el limitado espacio de un artículo no lo permite, especialmente a la luz de los diferentes pronunciamientos públicos que en esta materia se están dando.
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