La apuesta del Gobierno Vasco hacia una producción alimentaria sin baserritarras va acumulando nuevas iniciativas. A la ya conocida BioTech Foods, impulsada
por la multinacional brasileña JBS (autora de uno de los mayores escándalos de corrupción en Brasil), y asesorada por Joanes Labayen (Cuatrecasas), se le suma Cocoon Bioscience. Se trata de una empresa creada en 2022 en la que participan Corporación Mondragon y Bexen Medical, como principales inversores, junto con Basque-Fondo de Capital de Riesgo País Vasco (SPRI). Se han especializado en la elaboración de proteínas y enzimas empleando insectos en estado de crisálida (capullo en que está encerrado el insecto en la fase posterior a la forma de larva y anterior a la forma adulta, donde permanece inmóvil y sin alimentarse) como factores de crecimiento de alto rendimiento para la industria de la carne sintética. Para ello, pretenden construir una planta de fabricación en el parque tecnológico de Zamudio.
Hasta la fecha, todas estas iniciativas presentan como objetivo central la captación de recursos económicos y convertirse en la solución limpia y sostenible para la producción alimentaria mundial. No debiéramos olvidar que en los últimos cuarenta años el proceso de intensificación e industrialización de la agricultura y la ganadería como garantes de la producción alimentaria necesaria para la población mundial ha fracasado. y que la desnutrición en el mundo va en aumento. Y al mismo
tiempo no debemos olvidar que el 75% de la alimentación mundial está producida por personas campesinas a pequeña escala y en claves agroecológicas.
Estamos asistiendo a los prolegómenos de un choque de trenes: la producción alimentaria sostenible en claves agroecológicas y con el máximo número de personas, frente a las soluciones tecnológicas y científicas para la producción alimentaria basada en el capital financiero.
Es imprescindible abordar un debate público en torno a la alimentación y su producción. El discurso de que todos los modelos de producción son compatibles es insostenible, y es urgente sentar las bases para una transición hacia un modelo de producción sostenible.
Desde el sindicalismo no podemos limitarnos a la gestión de una muerte dulce, y escenificar nuestra desaparición como elemento de alarma. Debemos articular propuestas a diferente escala, desde la regulación de los mercados a escala europea y la ruptura con los tratados de libre comercio, hasta la construcción de nuevos sistemas alimentarios a escala local. Y al mismo tiempo recuperar el sentido estratégico de nuestras propuestas, no podemos limitarnos al activismo. La producción alimentaria y la sostenibilidad deben ser las dos caras de la misma moneda.
Somos conscientes de que los gobiernos están a merced del capital, pero recabar el apoyo social mayoritario a nuestro modelo de desarrollo y producción alimentaria está a nuestro alcance. Situar la alimentación en el espacio de los cuidados cara a la huelga general del 30 de noviembre ha sido un ejercicio muy pedagógico y práctico. Es posible incidir en la población con mayor intensidad en claves de sensibilización explorando nuevas dinámicas y, al mismo tiempo, ir labrando un escenario en el que vayamos articulando acuerdos sociales amplios y renovados.